APUNTES PARA UNA ARQUITECTURA AUSENTE

APUNTES PARA UNA ARQUITECTURA AUSENTE



Impenitente : Adjetivo. Que persevera en un hábito.
Ausente : Nombre común. Aplicado a personas o cosas. De lo que se ignora si vive todavía o donde está



"Un artista verdadero es alguien que está preocupado por muy pocas cosas."
Aldo Rossi


"No habrá otro edificio"
Louis Kahn


viernes, 25 de octubre de 2013

SILLAS, MESAS, Y OTROS CACHIVACHES DE ARQUITECTOS.





" Decía Mies van der Rohe que era más difícil diseñar una silla que un rascacielos. No puedo dar fe de ello porque no he hecho un rascacielos: pero puedo asegurar que diseñar una silla es una penosa labor."  
                                                                                                                  Alejandro de la Sota  
                                                                                                               
En nuestra Escuela de Arquitectura se incidía en que el secreto de la obra redonda y perfecta residía en cuidar y resolver bien todos sus detalles. Y aunque el matiz, ciertamente, parecía de Perogrullo el mensaje calaba al instante y nos empujaba a estos menesteres. Por ello, con celo y mimo, estudiábamos, analizábamos y hasta diseccionábamos las uniones y las juntas de los materiales, el giro del pasamanos en la mesetas de las escaleras, la inclinación del alambor en las terrazas catalanas (¡que antiguos que eramos!)  y toda solución constructiva que se presentara por muy mínima y banal que pareciera. Todo detalle tenia su corazoncito y como tal había que tratarlo.

Por último, y ya puestos en faena, era cuestión comúnmente aceptada que la felicidad total se alcanzaba si se podía completar todo el proceso y diseñar, al tiempo, el propio mobiliario y los demás accesorios del edificio.

Inmersos, pues, en esta calentura proyectual, y con la fotocopiadora en caliente, examinábamos con lupa y admirábamos la alegre prestancia y frescura del mobiliario de Mackintosh en sus estancias de la Willow Tearoom. Y el temple y la seguridad con que Frank Lloyd Wright, cual mágico trilero y de tacada, proyectaba todo el conjunto de mesa, silla, luces, perchero y papelera para el edificio de la fábrica Johnson. Levitábamos con la futurista sobriedad de la cubertería  de Jacobsen y hasta la orgía y los excesos con que Gaudi, o Victor Horta retorcían  hierros y maderas en sus rejas y barandillas nos maravillaban. Por supuesto, el sillón Barcelona de Mies, o la Chaise Lounge de Le Corbusier eran los venerados objeto de culto.


    
          Secreter. Charles R. Mackintosh. 1889.     Escritorio fabrica Johnson. Frank Lloyd Wright.  1936.
  
                                
                     Cafetera. Joseph Hoffman. 1904.                           Cuberteria. Arne Jacobsen. 1957.
               

Escalera Casa Tassel. Victor Horta. 1892.

Entrada Parque Guell. Antoni Gaudi. 1884.

                 
                    Silla Barcelona . Mies Van der Rohe.1930.  


    
                                       Chaise Lounge LC4. Le Corbusier. 1929.                               



Así que, como poseídos, garrapateábamos, dibujábamos y copiábamos, al por mayor y sin tregua, picaportes, manivelas, mesas y sillas, lamparas, cafeteras, ceniceros, cucharillas, y todo lo que se pusiera por delante. Cualquier tema era bueno para ejercitarnos, romper mano, e iniciarnos en el anhelado "diseño total". Nuestra fe y polivalencia era tan cándida como presuntuosa. Que los arquitectos servían, tanto para un roto como para un descosido, lo demostraban los maestros que ya habían recorrido estos caminos. Algunas de las imágenes de sus diseños quedaban impresos en nuestra retina para siempre e incluso la prestancia con que ellos mismos se sentaban y posaban, junto a sus propios trofeos nos enorgullecía.


Silla Roja y Azul. Gerrit Rietveld. 1917.
Silla Hill Hause. Charles R. Macktintosh. 1902.
           



                                
                                     Eero Saarinen en su Womb Chair. 1948.

Arne Jacobsen  con su sillon Huevo. 1958.



Mesa y silla Tulip.  Eero Saarinen. 1954,
            


Cuberteria. Joseph Hoffman. 1904.

 
Tetera. Michel Graves. 1980


                
Mies Van der Rohe en su silla Cantilever. 1927.       Alfonso Milá en su silla Barceloneta.1985.


Silla Paimio. Alvar Aalto. 1929.
                             
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En la asignatura de Elementos de Composición, en el segundo curso que impartía el estimulante profesor y arquitecto Joaquín Arnau Amo, uno de los trabajos propuestos consistió en proyectar una silla  para la sala principal del edificio de la Lonja de la Seda de Valencia, paradigma del mejor gótico civil local y la sala, en particular, de una belleza espectacular por sus magnificas bóvedas de piedra, sus cristaleras y sus y estilizadas columnas salomónicas.

Estimulados por tan sugestivo entorno apareció, de la mano de la gleba de aspirantes a campeones del diseño que eramos, una ilimitada imaginería de sillas de toda condición, formas y materiales posibles.

Junto a las sillas estilizadas y raquíticas, cual  esculturas de Chirico, deseosas de acomodarse a  la gran escala del espacio, se contraponían otras, rechonchas y enanas a lo Botero, buscando precisamente lo contrario.  A las sillas elementales y simples, con vocación de anonimato para tan magno espacio, le sucedían las estridentes y recargadas, ansiosas de solidarizarse con el lugar. Aparecieron también las sillas contemporizadoras con el lugar, de un falso sabor medieval, y las que iban por libre con un rompedor y ultra galáctico sello espacial  a lo Kubrik- Odisea Espacial- 2001. Se parieron dibujos de sillas de madera, de metal y de piedra, con asientos de acero, de cáñamo, de pexiglas y hasta de piel de cabra (artificial, claro). Todo material era bueno y toda combinación posible.

Con el boceto de la silla ideal bajo del brazo, cada cual justificaba su coartada teórica de diseño como mejor le inspiraban los hados, incluso aunque el engendro presentado más pareciera del reinado mesopotámico o, como casos hubo, cuando era casi imposible el sentarse en ellas.

En el escalafón de méritos final, las soluciones más celebradas fueron las pertenecientes a las de la familia de los coleópteros.  Eran las sillas inspiradas en el giro de las columnas salomónicas de la misma sala que, con un retorcido movimiento helicoide sobre su eje vertical, parecían que fueran a despegar y salir volando en cualquier momento...

        Sala de cambios.
                                                                          Lonja de de la seda. Valencia.                                                                     


Pronto, en aquellas primeras escaramuzas con el diseño, uno se daba cuenta de su dificultad y como, para cuajar las formas, era necesario  poseer hasta algo de duende. En particular, una silla era mucho más complicado que montar un asiento y cuatro patas. Pero también se intuía que habían otros mágicos atajos que podían ayudar en el empeño. Cuando leímos que Alejandro de la Sota se había inspirado en las horquillas del cabello de su esposa para diseñar su conocida silla tumbona, o comprobamos que, para Aldo Rossi, una cafetera y una cúpula renacentista podían tener la misma solución formal, nos sentimos mejor.


             
                   Tumbona. Alejandro de la Sota. 1961.

Horquillas para cabello





              
                           Cafetera.  Aldo Rossi. 1980.
        
    Collage. Aldo Rossi. 1980


                                           

                                                                    --------- o ---------


Ansiosos de teoría y de nuevos saberes, acudíamos a las obligadas revistas y a los libros de Pevsner y de Banham. Sacábamos pecho al saber que, desde siempre, los arquitectos se involucraron en similares tareas y en como habían ayudado a elevar estos objetos a la categoría de arte.También supimos que los nuevos y definitivos vientos de renovación soplaron desde 1850, tras los cansados y aburridos estilos historicistas, de la mano de dos figuras fundamentales, e incluso y antagonicas, William Morris y Hermann Muthesius.
 
Morris, amante del mundo medieval y contrario a la industrialización, removió la consciencia de los acomodados artistas e incitó a desarrollar el nuevo diseño desde los principios éticos de la relación entre el artesano y su producto y desde la conciencia del trabajo bien hecho. Con el arquitecto Philip Webb, realizó una labor pedagógica y divulgativa que se prolongó en las distintas derivadas del Arts and Crafts ingles, para dar paso, ya en los albores del siglo XX, a los movimientos modernistas de la Sezessión austriaca, la nórdica Jugendstil, la Escuela de Glasgow, el Liberty italiano y otras tantas variantes del Art Nouveau europeo.

Muthesius en cambio, defensor del  más estricto funcionalismo y con la premisa de la inexcusable industrialización resumió todo el proceso en lo que llamó la creación de objetos de "Qualität". Su jefatura y patronazgo en el Deutsche Werkbund propició que Peter Bherens, y otros arquitectos de primera linea, fueran accediendo a los departamentos de diseño de las principales industrias punteras alemanas para sentar las bases de lo que sería el futuro diseño moderno.

Cuando en 1919, en la Bauhaus, dirigida por Walter Gropius, se funden las dos corrientes germanas provenientes de la Escuela de Bellas Artes y de la Escuela de Artes y Oficios, el circulo queda cerrado y un torrente de formas y materiales nuevos germinó, en lo que supuso una autentica revolución que ha influido, e inspirado, toda la producción y el diseño posterior internacional.

En la Bauhaus sobresalen las figuras preeminentes de Mies Van der Rohe, Klee, Breuer, Kandisky, Moholy-Nagy y Max Bill que, en su posterior diáspora por E.E.U.U., trasladan estas sensibilidades a la nueva sociedad que allí resurgía tras la segunda guerra mundial.



                             
                                     Sillon Morris. William Morris. 1866.
     


Lampara Libelula. Louis Comfort. 1899.




Cuberteria. Charles R. Mackintosh. 1898.



                   
                        Silla Z. Gerrit Rietveld. 1918.
                                               
Sillon Bauhaus. Walter Gropius. 1923.


                                     
Lámpara .Wilheim Wangelfeld. 1924.                         Juego de mesas. Marcel Breuer. 1928



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Desde entonces, el diseño de los objetos aplicados, popularizados y al total al alcance de las economías medias, se ha configurado definitivamente en una más de las artes aplicadas integradas en la arquitectura, al igual que en su día lo hizo la escultura y la pintura. Zigzagueando, o en paralelo, y siempre al compás de las vanguardias artísticas de los finales del siglo XX, del informalismo, del arte cinetico, del minimal, del pop-art, de la deconstrucción o hasta del mismo "art bin", su camaleónica versatilidad no ofrece dudas. En nuestros días, con una agresiva publicidad y con el potente brazo de la fabricación en serie de la industria, todo un universo de aparatos y objetos, desde los sofisticados muebles hasta el más modesto sacacorchos, nos inunda y desborda. Estamos definitivamente en la era del "todo diseño".

Es más, fruto del consumismo y de la globalidad actual, el protagonismo de tanto singular objeto ha subido un peldaño en la escala social para quedar integrado en las corrientes más glamurosas que la mercadotecnia reserva para el esnobismo, el fetichismo y el pijerio contemporáneo, en similar manera a lo sucedido en el mundo de la ropa y sus complementos o en el de la cosmética y la belleza. Ello propicia continuamente más de una cómica y paleta situación. Hoy en día, para estar en la modernidad, además de colgar en casa la manida litografia de Mondrian, es preciso también hacer un hueco en el salón para "exponer" un sillón de Breuer, o una mesa de imitación de Carlo Scarpa; y quien no distingue la silla  "Doctor No" de Philip Stark, de la "Tulip" de Saarinen corre el serio peligro de ser marginado de la pomada artística e intelectual.

En este frenesí actual también se ha multiplicado el elenco de actores. Junto a las prima dona del trazo, una pléyada de diseñadores, desing managers, masters desing  y otras faunas con enrevesados nombres, se extienden y nos amenazan por doquier constantemente. Hoy quien no diseña cree no ser nadie, y todo el que tiene al alcance lápiz y goma se transfigura y se apunta a esta feria del más puro iconismo comercial. Las revistas de papel couche y de "decoración", perdidas generalmente en la más vulgares imágenes y en un lió semántico de acepciones rimbombantes solo capaces de impactar a las cándidas amas de casa, tampoco ayudan.  En consecuencia, la maraña donde se mezclan metal, ganga y quincalla promete ser inextricable.

Por ello uno, y visto el panorama tendenciosamente corporativista y sentimental en todo este asunto del mundo del diseño, y sin ánimo de devaluar tan numeroso aluvión de inteligencia iluminada y tanto diseñador deseoso de gloria, mantiene su sesgada querencia y tiende, obcecadamente, a fijarse con mayor atención y cariño en aquellos objetos que salen de manos de los arquitectos. Cierto que entre estos también se producen desatinos y que algunas de las figuras de nuestro particular star-system participan descaradamente en esta merienda con aportaciones que no están a la altura de su obra arquitectónica. Pero, aún así, un poco de chauvinismo gremial a estas alturas no quita el sueño.

Y dado que las ávidas firmas comerciales son las que presentan y venden los productos diseñados por los arquitectos, como poseedores de un plus de calidad añadido, no seré yo quien plantee mayores reticencias al respecto. Al contrario, ante tanta última agresión para el colectivo cabrá remarcar, doblemente y en negrilla, el acertado papel que los arquitectos han desempeñado, desde siempre, en el diseño de los objetos aplicados que nos rodean.

Frente a la rapiña de reconocimiento de la función social con que se nos amenaza últimamente, al  menos, que alguien se entere de que también estamos en esto.

Porque, sin ánimo de pedantería y muy a pesar de algunos catetos, nuestra formación es de vocación humanista y universal y a estos quehaceres también nos inclina. Y como prueba, ahí queda el legado magnifico y continuo de mesas, sillas y otros tantos cahivaches diseñados por los arquitectos. El catálogo, que resulta interminable, nos es familiar y cercano por la asiduidad con que estos objetos históricamente nos rodean y nos hacen sentir un poco más cómodos en la vida diaria.



Servicios de mesa. Kazujo Sejima y Rieu Nishizawa. 1995. 


                        
                                   Sillon Cadaqués. Ferderico Correa . 1959
                         
Sillón Charlotte. Mario Botta. 1994.
               
Servicio de mesa. Jean Nouvel. 2002.
            
Sillon Cisne. Arne Jacobsen. 1960.
                                   
                      
                                Saleros. Zaha Hadid. 2005.
                                     
            
                 Jarra de leche Colombina. Massimiliano Fuksas 1965.



                           
                                  Manivela. Leon Krier. 1990.
Manivela. Frank Ghery. 1986.
  
                              
                                           Sillón Mandarin, Ettore Sotssas. 1986.
Salero.Peter Zumthor. 2012.
                   


                         
                                       Manivela H33. Vitorio Gregotti. 1993.
Lámpara PH4. Poul Heningsen 1953.

Cuberteria Mu, Toyo Ito. 2012.



                          
                                Sillón Varius. Oscar Tusquets. 1983.
        
               Manivela H311. Mario Bellini . 1972.

Sillónes. Oscar Niemeyer. 1990.


Mecedora. Frank Ghery. 1999.

Silla/sillon . Zaha Hadid. 2005.


                                               
Lampara con pie. Achille Castiglioni. 1970.

                                                               
Sillón con pie. Jean Nouvel. 2001.



Sillas Dar. Charles y Ray Eames. 1950.

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¿Hacia donde nos conducirá todo este carrusel de diseño, formas y materiales?.

Tal y como evoluciona esta sociedad además de las puras cuestiones técnicas, la banalidad y el capricho son de presumible espera. Yo por si acaso, y ante el futuro que se avecina, he estado buscando una linea práctica, cómoda, para uso diario y personal, y creo haberla encontrado. Cumple con todas las exigencias de la más alta tecnología de la ciencia mundial. Y además es grácil, ligera y económica. ¡Voilá !. De simple y puro cartón. ¿Que más se puede pedir?. Al tiempo.



  Serie  Cartón de Luxe

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