APUNTES PARA UNA ARQUITECTURA AUSENTE

APUNTES PARA UNA ARQUITECTURA AUSENTE



Impenitente : Adjetivo. Que persevera en un hábito.
Ausente : Nombre común. Aplicado a personas o cosas. De lo que se ignora si vive todavía o donde está



"Un artista verdadero es alguien que está preocupado por muy pocas cosas."
Aldo Rossi


"No habrá otro edificio"
Louis Kahn


lunes, 22 de abril de 2013

ARQUITECTAS Y ARQUITECTOS


                                                     



Una amiga y colega me propina un rapapolvo cuando, ante terceros y en un descuido, la presento como "arquitecto".

Tiene toda la razón. La Real Academia de la Lengua bien indica que la acepción "arquitecta" existe. Y, además, es una palabra muy bonita. Así que, desde entonces, mido más mi vocablo en estas situaciones y desde luego cuando se trata de la mentada, no sea que pase de las palabras a los hechos y me arree con el bolso, o peor aún, me clave el compás.

Bromas aparte, esta liviana anécdota me ha llevado a rumiar un poco sobre las arquitectas.

En mis primeros años en la Escuela de Arquitectura, allá por el setenta y cinco, la presencia femenina en nuestras aulas era casi inexistente.  En el  primer curso, de más de cien individuos, solo "teníamos" dos chicas. Y la cosa era tan singular que aun recuerdo bien sus nombres : Margarita e Isabel. Aquella excepción duró muy poco tiempo, pero mientras tanto, ambas eran como dos ínsulas perdidas en aquel océano de masculinidad y de tanto moscón.

Como también éramos un poco antiguos, los ramalazos de la más rancia urbanidad eran aún cosa común. Así que a Margarita e a Isabel se les dispensaba un trato de especial atención pero sobre todo y, descaradamente, por el profesorado masculino.

La espada con la que éramos decapitados fulminantemente unos,  en las correcciones de la asignatura de proyectos,  se transformaba en amable predisposición cuando de las Margaritas o Isabeles se trataba.

Aún recuerdo a un insigne catedrático, literal y físicamente arrodillado, con el fin de observar un dibujito horripilante que, situado a escasos treinta centímetros del suelo había colgado la compañera de turno (los paneles nunca daban abasto y los planos se colgaban donde se podían). En aquella reverente posición el profesor comentaba, paternalmente, que lo presentado podía tener interés. Aquel dibujito era una  burda copia de las casitas de Aldo Rossi, incluso con su tejado azul y ventanas cuadradas, pero para el cortés docente, y dado el genero de su autora, que aquello fuera claramente un burdo miniplagio, no tenía demasiada importancia.

O sea, que en aquel tiempo ser aspirante a arquitecta era todavía un poco chollo. Aun así, los más torpes éramos alcanzados en los sucesivos cursos docentes y pasados por muchas de ellas. 

Posteriormente, hacia el final de mi estancia en la Escuela, las futuras arquitectas empezaron a llegar en mayor número y aquella prebendas, denigrantes incluso para ellas, fueron desapareciendo. Con todo, no debían superar, ni de lejos, el diez por cien del total de los que deambulábamos por allí. No conozco, detalladamente, lo que pasaba en las otras Escuelas de Arquitectura pero supongo que debería ser algo parecido y en las de referencia, como las de Madrid y Barcelona, desde luego la cosa debió evolucionar con mayor  rapidez.

En España, en los últimos veinte años los cambios han sido radicales. Como en tantos otros ámbitos, las mujeres han irrumpido y arrasado. En el mundo de la arquitectura, su presencia ahora es masiva. En las Escuelas de Arquitectura incluso superior a los varones.

Esta sequía tan secular y prolongada de personal femenino en la profesión provenía, a mi entender, de que la arquitectura, históricamente y en mayor medida que el resto de las demás artes, ha estado perennemente en manos del hombre y, tanto desde el mundo lejano de los faraones, pasando por los esotéricos gremios de la edad media, e incluso, tras los cambios sociales de las revoluciones de finales del siglo dieciocho, la mujer, en esto, no había contado apenas.

El que Sor Catalina de los Clavos organizara y construyera algunos conventos carmelitanos, en tiempos de Santa Teresa de Jesús es prácticamente una anécdota; y el que en los juegos de salón del siglo XVII, alguna refinada mecenas como la Marquesa de Sevigné declarara su interés por la arquitectura era, sin duda, un ejercicio más del requerido lucimiento social. Solo muy tardíamente, al compás del pertinaz sufragismo femenino norteamericano, y de otros movimientos análogos, el cambio comenzó a producirse.

Desde entonces era ya solo cuestión de tiempo. Aún así, la primera arquitecta en el panorama mundial no apareció hasta 1902 con la norteamericana Julia Morgan. Y en España hubo que esperar hasta 1936, año en que Matilde Ucelay se tituló como la primera arquitecta nacional.






La incorporación de las arquitectas al mundo del trabajo ha devenido por etapas y escalón tras escalón.

Eran muchos los casos, sobretodo en la segunda mitad del siglo pasado, en que las arquitectas  no aparecían con singularidad propia, sino como la parte más dependiente de un obligado dueto y, siempre,  a la sombra de otro arquitecto. Los casos de Robert  Venturi y Denisse Scoot, Laura Termes y Franco Purini, Ray y Charles Eames, Peter y Alice Smithson, Raili y Reima Pietla, por ser los más conocidos, no son los únicos. En estas parejas muchas veces quedaba oculta la aportación de los verdaderos valores de cada uno.

Pero el inexorable paso del tiempo, y la calidad de muchas de las arquitectas de vanguardia, ha conseguido darle la vuelta al calcetín. Basta solo recordar los nombres de algunas pioneras como Lina Bo Bardi, Kaisa Makinemi, Eileen Gray, o Grethe Schutte, de las actuales y reconocidas como Kayujo Sejima, Bernardetta Tagliaube, Susana Torre,  Zaha Hadid,  o las de la ultimisima generación española como Izaskun Chincilla, Tatiana Bilbao, y  Olga Felip. La lista es notable.....




Este salto final hacia la individualidad profesional se ha producido de forma desigual y muchas veces injusta. El número de arquitectas "de reconocido prestigio" sigue aún siendo escaso y su número infinitamente inferior al de muchos arquitectos de pega. En el mundo de los laureles y los premios existe todavía un desvergonzado sexismo.

Aún así, el sunami es imparable porque, en mi parecer, una gran mayoría de las arquitectas posee una sensibilidad y una perseverancia que les hacen especialmente aptas para la arquitectura. En el laborioso trabajo del estudio, en la imaginación frente al proyecto, y siempre allí donde prime el diseño, su lógica o su intuición me parecen mayores que en la media de muchos arquitectos que he conocido. O al menos así lo he comprobado. O tal vez, he tenido la suerte de topar con algunas de las buenas.



Otra cosa es la situación de la arquitecta en el intrincado mundo de la construcción y a pie de obra. Aunque el avance es imparable y actualmente su integración es total, este era un campo pantanoso donde la precariedad cultural de la mayoría del personal masculino existente y un secular y arraigado machismo hacían que su posición fuera, en los primeros tiempos, de cierta alerta y recelo y, que desde luego, los tacones se dejaran siempre en el coche al llegar a las obras. 

Y en la jungla de la alta dirección empresarial, en las cúpulas de los consejos de administración, en las presidencias de las grandes compañías del sector su presencia es, hoy por hoy, prácticamente nula. Este es, todavía, un coto cerrado y casposo y acceder a los puestos de jefatura cuestión de esfuerzos y renuncias que no se le exigen al sexo opuesto. O esto, o ser las hijas del jefe.

En fin, ¿que hará tanta arquitecta ante el difícil y duro futuro que se avecina?. Que, en el fondo, es lo mismo que el preguntarse ¿que hará tanto arquitecto por aquí y por allá?. Antes de que las lineas paralelas de ambos se encuentren en el infinito, la mayoría de unas y otros ya habrán topado en el mismo muro de la dura realidad. Pero es posible que muchas arquitectas descubran antes ese plus, especial y necesario, para atrapar su oportunidad.

Al fin y al cabo, la palabra Arquitectura también pertenece al género femenino.


                                           



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